domingo, octubre 24

El Tornado (cuento)

Un hermoso, claro y despejado cielo azul, y en menos de un minuto, de la nada, uno, dos, tres… cinco tornados, era un espectáculo hermoso por lo inusual, y aterrador por la cercanía. Raúl estaba paralizado, sin saber que rumbo tomar, nunca había visto un tornado, mucho menos había imaginado que vería cinco el mismo día, el mismo minuto, y solamente a unos metros de él. Quería correr, sabía que nada bueno ocurriría si no encontraba un refugio pronto, pero ¿cómo encontrarlo en medio de un parque, al aire libre?; volteó alrededor con rapidez, con la esperanza de encontrar un lugar, de correr y ponerse a salvo, pero estaba demasiado lejos de todo, el tornado ya se cernía sobre ellos, sobre él y su novia, a quien por el pánico momentáneamente olvidó. Ya el viento le golpeaba el rostro, y paralizado por el terror, solo acertó a cerrar los ojos… y a rezar en su mente.

De pronto, todo cesó, el cielo volvió a ser completamente azul, como si nada hubiese ocurrido. Confundido, Raúl abrió los ojos, y su cuerpo se relajó, si es que se puede relajar un cuerpo que pesa tanto como nunca en su vida lo había sentido; pero estaba acostumbrado a ser fuerte, a proteger, y sin quitar la vista del frente, estiró su brazo derecho para aferrar a Melina, buscando protegerla, aunque fuera de manera tardía, así como aferrarse a algo para no perder el piso… pero su mano solamente alcanzaba el vacío. Desorientado, volvió lentamente su rostro, encontrándose con la nada. Buscó durante varios minutos, sin resignarse a aceptar que ella desapareció en medio de un tornado.

Raúl despertó en medio de gritos, ahogando el deseo de llorar, pues los hombres no deben llorar, pero estaba cansado del tiempo que había transcurrido sin encontrar una respuesta a sus preguntas. No había sido una noche diferente. La pesadilla se hizo presente, tal como la noche anterior, y la anterior, y la anterior a esta… pero este deja vú no disminuyó el dolor, ni la ansiedad, como si fuera la primera vez que presenciara la escena… como si se tratara de la misma tarde en que la vió por última vez.

Como cada mañana, se levantó y vistió con lo primero que encontró, sin detenerse a pensar si era ropa sucia. Sin acordarse de tomar un desayuno salió rápidamente, y siguió con celeridad la que ahora era su ruta habitual: derecho al parque donde la vio por última vez, sin quitar su mirada del cielo, esperando el perdón de quien sea que se la hubiera llevado, extraterrestre o Dios. Esas y otras posibilidades le habían cruzado por la mente, tratando de encontrar en lo ilógico las respuestas tangibles sobre el paradero de su amada que toda la fuerza policiaca de la región no había podido obtener, pues al menos él nunca oyó hablar de ese hecho en los noticieros.

Lo que él menos entendía, era porqué nadie más había desaparecido. Recordaba el parque lleno, pues fue un día feriado, personas por todos lados esperando el avance de un desfile, y de pronto los tornados se cernieron sobre todos ellos, llevándose únicamente a Melina, como si ese hubiera sido su propósito desde el principio. Pero Raúl nunca olvidó, pues aún conservaba el anillo que había comprado para Melina, con el cual planeaba pedirle matrimonio ese mismo día en que ella desapareció.

Raúl caminaba lentamente alrededor del parque y entre los árboles, mirando el cielo, y luego a los rostros de los pocos paseantes que en ese día laboral visitaban el lugar: algunas personas ejercitándose, un grupo de chicos, tal vez de secundaria, de pinta de la escuela, a juzgar por sus expresiones, y algunos vendedores. En todo cuanto veía trataba de encontrar una respuesta, tal vez en vano, como los días anteriores, pero sin pensar en rendirse.

Por fin el sol se ocultó, y a regañadientes decidió marcharse, sin haber resuelto nada durante ese día, resignado a esperar la mañana para continuar su búsqueda donde la había dejado. Recordó entonces que no había comido nada durante todo el día, y se acercó a un vendedor ambulante, quien en ese momento atendía a varios chicos. Mientras esperaba su turno, Raúl observó que esos chicos, eran los mismos que había visto temprano en la mañana, al llegar al parque, y le sorprendió un poco que siguieran ahí, como si nadie en su casa los esperara, como si no les hubiera ocasionado ningún problema haberse ido de pinta. Pero entonces los chicos, sin haber comprado nada, agradecieron al vendedor y se fueron, y Raúl los siguió con la mirada, hasta verlos cruzar la calle y alejarse del parque, y lo que sucedió entonces lo sorprendió: en lugar de llegar al otro lado de la acera al cruzar la calle, un campo espeso de luz se abrió para ellos, y se perdieron en la luz.

Sorprendido, volteó a ver al vendedor, quien al ver su expresión, le dijo:

-Por mucho tiempo te he visto deambular por aquí, y si te hubieras acercado antes, ya habrías obtenido la respuesta que buscas.

-No lo entiendo- contestó él – ¿cómo puede saber que es lo que busco?

-Estás perdido en un recuerdo fijo de tu mente, en ese último momento, y es natural, a todos les sucede. Pero has estado buscando las respuestas equivocadas, y por eso no pudiste ver la verdad.

Raúl no supo que preguntar, pero miró fijamente el rostro del vendedor, y entonces notó una luz que parecía emanar de él. El hombre le sonrió con indulgencia.

-No es fácil de entender, lo sé, por eso estoy aquí para ayudarte. Tu último recuerdo es el de un tornado, tan fuerte, que podría haber devastado todo lo que tocara, y sin embargo, solo se llevó a un ser querido para ti, y todo lo demás siguió intacto. Pero, en tu búsqueda de explicaciones, ¿te has detenido a pensar lógicamente los hechos?

-¿Qué quiere decir con eso?- preguntó mientras sentía un vuelco en su corazón, ante la certeza de que por fin obtendría una respuesta.

-¿Se te ha ocurrido pensar la posibilidad de que todo haya sido alrevés de cómo lo percibes? ¿De que tú y todos los demás que quedaron en el parque hayan sido las víctimas del tornado, y Melina, tu novia, la única sobreviviente?

Como balde de agua fría, la pregunta del hombre cayó sobre Raúl, con la única posibilidad que no había analizado. Pero entonces lo sintió, recordó que desde aquel día, no había hecho más que ir del parque a su casa, y de su casa al parque. Se percató que siempre era la misma ropa la que utilizaba, que nunca comía, que no había tenido contacto con su familia, con sus amigos… y supo que pregunta debía hacer, pero no se atrevió.

-¿Qué es este lugar?- preguntó tratando de alargar la llegada de lo que sabía era la respuesta inevitable.

-Este es tu lugar de transición- respondió el hombre- el lugar en el cual debes aceptar como y de que forma has muerto antes de cruzar.

-Entonces… ¿estoy muerto?- preguntó en voz baja pero audible, encontrando sentido a sus palabras.

-Como todos los que pasan por aquí, y que deambulan mientras no lo saben.

Y Raúl no pudo evitar voltear a ver quien más se encontraba en el parque, y vio personas ejercitándose, y familias, y personas solitarias, pensativas… caras que había visto a lo largo del día, y algunas a lo largo de muchos días, pero sin prestarles mayor atención.

-Algunos, los que lo entienden pronto, encuentran la luz y el eterno descanso en sí mismos. Hay muchos como tú, que deambulan aquí durante lo que les parecen días, meses, y hasta años, hasta que por fin se acercan a mí, y yo les ayudo a cruzar al lugar donde su alma puede descansar en paz. Y por fin ha llegado tu momento.

-Pero… y Melina… ¿nunca le ocurrió nada malo?

-Nada malo- escuchó de pronto una voz amada y familiar- salvo lo inevitable, lo que debía ocurrirme, lo que nos ocurrió juntos. Y que bueno que al fin lo comprendiste, porque ahora podemos reunirnos.

Raúl volvió el rostro lentamente, consciente de que la voz detrás suyo era la de Melina, y la vio más hermosa que nunca, resplandeciente desde sus cabellos hasta sus vestiduras, sonriéndole como ella sabía hacerlo.

-Siento haberte hecho esperar demasiado- dijo acercándose a ella y tomando sus manos entre las suyas, asombrado de poder sentir el contacto corporal. Nunca pensó que la muerte pudiera ser tan dulce.

-No tanto tiempo como la eternidad que nos espera juntos- y lo besó, de la forma que él había soñado, anhelado y recordado durante tanto tiempo.

FIN

1 comentario:

  1. Me encantó Perla, ya te lo había dicho, pero es que es muy bueno, para mi es un cuento ganador :)

    Saluditos!

    ResponderEliminar